
Que el show de Andrés Calamaro en el Movistar Arena comenzase con “Bohemio” parecía un paso de comedia calculado previamente, pero no. En su primer show en Buenos Aires tras tres años de ausencia, El Salmón dio comienzo a su presentación con la misma canción que en el resto de las escalas de su gira, que en Villa Crespo pareció cobrar un valor simbólico extra a tan solo pasos de la cancha de Atlanta. Así de fuerte es la conexión de la obra de Calamaro con lo que lo rodea: sus canciones anclan en el sentir popular y se vinculan con él incluso hasta cuando no se lo proponen.
Lejos de su verborragia twittera y de los rants que más de una vez dominaron sus presentaciones en vivo, en su show del jueves, Calamaro dejó que fuese la música la que hablase por él. “Cuando no estás” y “Verdades afiladas” oficiaron de validación de su obra más reciente, una apuesta fuerte que recayó en la tranquilidad de lo que venía luego. “Para no olvidar”, de Los Rodríguez, y “Me arde” se encargaron de encender al público a fuerza de hits transversales y que no conocen de fechas de vencimiento, justo antes de que “All You Need Is Pop” fuese una incursión por fuera del sendero de grandes éxitos que marcó el rumbo de las casi dos horas del show.
Como final del bloque, Zoe Gotusso tomó el escenario por asalto para adueñarse de “Tantas veces”, con el protagonista de la noche convertido en músico de acompañamiento, hasta que “Rehenes” volvió a poner a las guitarras eléctricas como estandarte sonoro (no por nada Andrés Calamaro dedicó el tema a Wilko Johnson, fallecido el lunes). A continuación, el repaso de dos climas antagónicos de Honestidad brutal: de un lado, la bruma melancólica de “Los aviones”; del otro, el homenaje a Diego Maradona con su canción homónima, ubicada no por nada en el lugar diez de la lista de temas. Y mientras la canción se terminaba, Calamaro y el tecladista Germán Wiedemer la fundieron en una versión a piano y voz de “Espérame en el cielo”, de Los Panchos, otra fija de sus shows que cobró un nuevo sentido a horas del segundo aniversario de la muerte del 10.
La saga mundialista se completó con “Estadio Azteca”, y a partir de ahí todo fue en ascenso constante, con el clásico de El cantante alimentando un coro de quince mil voces. Pegado a eso, la versión cumbia de “Tuyo siempre” tuvo un guiño a Los Abuelos de la Nada, al colar la melodía de “Mil horas” en su coda, y el desamor descarnado de “La parte de adelante” se fundió de lleno en el funk de “Loco” sin que mediara más que un golpe de batería como separador. En la recta final, otro homenaje más sutil a Diego Armando Maradona: primero, con la inclusión de “Para siempre”, el tema que compuso y grabó junto a Ratones Paranoicos (y que la banda de Juanse reformuló para la despedida del Diez en la Bombonera); después, con la inclusión de “Mi enfermedad”, el tema que el propio astro utilizó -en la versión de Fabiana Cantilo- para su regreso a las canchas en 1992 en el Sevilla.
Sin intención de apaciguar intensidades, el redoble gitano de la batería de Martín Bruhn condujo hacia “Sin documentos”, sucedida por una versión por demás celebrada de “El salmón”. Acto seguido, “Flaca” buscó bajar la intensidad, pero el intento fue en vano cuando lo que le siguió fue el riff entrecortado de “Alta suciedad”, que desembocó a su vez en “Paloma”, de vuelta con quince mil voces fundidas en una. Y ahí donde cualquiera se hubiera dado por satisfecho, Calamaro desempolvó dos canciones más para los bises. Primero fue el turno de “Crímenes perfectos”, para que la despedida definitiva llegase de la mano de “Los chicos” y ese homenaje a los amigos que se fueron primero. Así como en otras veces la coda del tema supo fundirse con “De música ligera” o “Smells Like Teen Spirit”, ahora dio lugar a “Live and Let Die”, de Wings. Con el saco convertido en capa de matador, Andrés Calamaro saludó al público realizando lances y medias verónicas, con la satisfacción de quien sale victorioso de un encuentro semejante.