
Mientras la gente empezaba una lenta peregrinación con el Coloso de Tecnópolis como vigía metálico, el Quilmes Rock dio arranque con aires de recambio generacional. Después del set de Wiranda Johansen, con Doppel Gangs como invitado clave en “aquiles </3”, Manu Martínez y su banda ocuparon sus puestos en el escenario Rock. Con las canciones de Diecinueve como pívot central, su show tuvo al folk rock como denominador común. Con las guitarras acústicas como identidad sonora, Manu y su banda llevaron el formato a un terreno de ambición pop en “Fuimos”. y apostaron por una ínfula baladística en “Titilar”, antes del cierre, con “Fotos del ayer”. Después de la despedida, Martínez se retiró del escenario con una declaración sincera: “no sé cómo se pone esto”, dijo con una sonrisa, mientras luchaba con poner su micrófono de vuelta en el soporte.
Con estampa de pandillero ítaloamericano (y sus músicos respetando la estética), Florián le puso una impronta más orgánica a su repertorio en solitario. El funk robótico de ”Carta para vos” cobró un nervio más rockero, que alcanzó su mejor versión cuando el ex Cállate Mark se colgó su Stratocaster roja, en una escena a puro John Mayer vibes. “Ojalá fuera ficción” sumó ritmos urbanos desde un octapad, y sentó las bases para la mayor parte de su paso por el Quilmes Rock, ya sea como balada trapera en “Llorón”, o los aires de neo soul en “Lejos de mí”, con licks de guitarra allá D’Angelo.
“Se armó un pogo friendly”, dijo entre risas Malena Villa frente a un público enajenado después de escuchar “Olvidarme”. Parecía como si no pudiese creer el efecto de su música. Es que quizás esconda porque algún tipo de acertijo incluso para ella misma. Porque por un lado, con “Sad balada”, abrió e invitó a un lounge de sillones aterciopelados para la nucay acarició con una sedosa manta de guitarras el regazo de los invitados. Sus sofás eran reclinables y masajeadores, vibraban con la potencia de los bajos. Con canciones como “Salvaje” logró que el aire fuera seguro, triste por sus desamores, pero tranquilo y poco desaforado. Al primer parpadeo, sin escala, Villa comenzó a evocar una voz de diva del jazz en “Letras”, y rebotó por el escenario como una estrella pop de estadios envuelta en lycra verde flúo. Ahí volvió el momento del pogo amistoso y sin sobresaltos, porque la idea que transmite es: “Respirá, todo va a estar bien”.
Valdes asomó como el sol que se esconde tras las sierras en algún lugar de Córdoba: tímidamente. Aparecieron entre el silencio como esos primeros rayos tibios, y la temperatura subió progresivamente. Eso, sin dudas, es lo que se llama un “Sueño despierto”, como su hit de 2020. Alguna vez, Elton John dijo que el secreto de dar un buen show es como coger bien: se empieza a lo bestia, se baja el ritmo, y se vuelve a subir. Valdes parece haber extraído esa cita como mantra de algún lugar de la nube y lo aplica a la perfección en sus comienzos. Con un pequeño detalle, porque en momentos como el de “Todo lo que hicimos”, suenan como si se recibiera un beso venenoso; como el de Uma Thurman en Batman Forever, encantador, primitivo y lleno de alucinógenos.
(Fotos de Malena Villa - Gentileza Catriel Remedi)