22/05/2021

Cuando Virus sacó al rock argentino de su propio agujero interior

Largar la piña en otra dirección.

Alejandro Cherniavsky / Vademecum / Gentileza
Virus

Como un rayo de luz en medio de la oscuridad de la última dictadura cívico-militar, Virus llegó desde La Plata para poner patas para arriba al rock argentino a principios de los 80. Y la figura de Federico Moura, que en octubre próximo cumpliría 70 años, se convirtió rápidamente en icónica, hecho que no hizo sino agigantarse después de su muerte. Por eso es más que apropiada la llegada de la "edición definitiva" de Virus, una generación, el libro que los periodistas Fernando Sanchez y Daniel Riera habían publicado en 1995.

"Nadie hacía lo que Virus en 1982. Nadie editaba un disco con canciones que no excedían, en promedio, los dos minutos. Nadie rimaba a propósito 'satisfacción' con 'generación', 'baja pasión' y 'Constitución'. Alguna vez escribí que Soda Stereo, Sumo y Virus encarnaron en los 80 a -respectivamente- Almendra, Manal y Los Gatos. También creo que la muerte de Federico Moura marcó el fin de los 80 para el rock argentino", asegura el escritor y periodista Eduardo Berti en el prólogo del libro. Por gentileza de editorial Vademecum, reproducimos parte del capítulo dedicado al lanzamiento del disco Agujero interior.

El 8 de julio de 1983, Virus adelantó en el estadio Obras -ante 4.000 personas, según Clarín; ante una “apreciable cantidad de público” según Pelo- los temas de su tercer álbum, Agujero interior, que cinco meses después editó CBS y tuvo la producción artística del baterista de Riff, Michel Peyronel, y su hermano Danny. De la mano de su nuevo productor Carlos Rodríguez Ares, el grupo alcanzó, por fin, el éxito masivo.
En la tradición del rock argentino, el estadio del club Obras Sanitarias siempre fue el símbolo de la “consagración” de un artista. Un recital a estadio lleno suponía la inserción definitiva en el gusto de la gente. Aunque Rodríguez Ares regaló muchas entradas para lograr que Virus llenara Obras.

Antes de que empezara el show, desde los parlantes se escuchaban temas de artistas como Elvis Presley y Bill Halley y sus Cometas: rock'n'roll originado en la década del 50. Era un símbolo del cambio producido en el grupo. En una hora y diez minutos, Virus interpretó las canciones de sus tres discos, cantó temas nuevos, se despidió de su versión de "That’s It, I Quit", de Dr. Feelgood, y dejó por la mitad su cover de "Tengo", de Sandro, por culpa de un desperfecto en los teclados de Marcelo.

Como había sucedido por primera vez en 1982 con la presentación oficial de Macadam, 3...2...1...0, de Riff, en el Obras de Agujero interior no hubo butacas en el sector de plateas, para que el público pudiera bailar con comodidad. Una síntesis de dos propuestas que, con distintos estilos, promovían un cambio de actitud en el público y en la manera de recibir la música.

Sobre los asientos del superpullman ubicado detrás del escenario colocaron muñecos de cartón. La puesta en escena del show estuvo a cargo del actor Lorenzo Quinteros.

Lorenzo Quinteros: Obras determinaba en cierto sentido algunos elementos convencionales, en general se trabaja sobre el escenario con un telón de fondo. Pero detrás del escenario hay una gradería, y nosotros trabajamos con la gradería a la vista y con espectadores hechos de cartón, que daban una imagen espectral, parecían fantasmas. Se movían con la luz, y el espectador real veía a un grupo de rock con un público detrás que por momentos parecía pintado, por momentos parecía que se movía, encima con unos colores fosforescentes, y pudimos hacer una iluminación muy linda. Si bien estaba dentro de lo convencional porque se usaba mucho el color, el contraluz, la luz dirigida a platea, era muy impactante esa multitud de maniquíes. Con Federico acordamos que fuera así, pero yo mismo dudaba porque eran muchas plateas. Pero Nebur, el artista plástico que los hizo, trabajó como una bestia y las llenó.

“Pibes con jopos, chicas con minifalda, viejos roqueros de pelo y barba largos, algunas camperas de cuero, jeans sucios, seudopunks y personajes que parecían escapados de un viejo filme de Elvis” fueron a ver a Virus, de acuerdo con las definiciones de los periodistas que cubrieron el show, entre indignados y sorprendidos por los “inclasificables que escupían extasiados al escenario demostrando su placer”, de acuerdo con la tradicional costumbre punk.

Alberto Magnasco: Federico paraba de cantar y decía: “La próxima vez que me escupan no canto más”. Estaba muy rayado con que la gente de adelante en los conciertos tuviera la costumbre de escupirlo como tributo a su persona. Eso era muy fuerte para él, debía esforzarse mucho en el escenario para bancarse ese tipo de cosas. Es muy raro encontrar gente así, sensible, capaz de enfrentarse a dos mil personas que expresaban su sensibilidad escupiéndolo.

Los comentarios de la prensa reflejaron opiniones dispares respecto del nuevo rumbo que tomaba la banda. Gloria Guerrero, de Humor, se lamentó porque “solo nos quedó en la cabeza una hora ininterrumpida de ritmos iguales y danzarines frenéticos. [...] Me consta que la propuesta de Virus no es solo bailar. Y sin embargo, el Obras de Virus fue solo una pista de baile”. La revista Pelo, en una nota sin firma, destacó que “el grupo interpretó temas de sus dos álbumes y también algunos adelantos del próximo, en los que se notó una cierta reiteración de las fórmulas que Virus viene empleando desde los comienzos. [...] esta vez puso el acento en la música, dejando de lado su acostumbrado espectáculo global. Igualmente, el saldo del concierto fue positivo porque la premisa era bailar y en Obras, esa noche, bailaron juntos”. Sergio Marchi, de Tren de Carga, escribió: “En resumidas cuentas, para sus admiradores incondicionales, Virus cumplió. Que a mí no me haya gustado del todo no significa nada. Mientras Virus ocupe su lugar propio dentro de la escena musical, sin que eso moleste a alguien, voy a hacer votos como para que se frenen todos los ataques irracionales hacia el grupo, ataques que suelen ser despiadados y sin mucha justificación”.

Carlos Rodríguez Ares: Decidí cambiarle la imagen al grupo, hacerlos usar ropa de cuero, que tenía que ver con lo “machito”, entre comillas. Algo tan sencillo como eso bastó para que terminaran las monedas y los insultos de “puto”.

La imagen ambigua del grupo motivaba reacciones adversas de parte del público -especialmente en los conciertos compartidos con otras bandas- y comentarios prejuiciosos en la prensa, que lo comparaba con artistas tan disímiles como Kiss y David Bowie.

Marcelo Moura: No hubo intención. Hubo una cosa real: Federico era homosexual, entonces naturalmente su estética era así. No es que quisiese promover o valorizar eso, simplemente actuaba como era. Y como Federico era el cantante, el que hacia las notas y el que más aparecía en la televisión, era la imagen que representaba al grupo. Pero en nosotros también había un concepto estético que al menos yo tomé de Federico, que hacía moda, que me llevó a interesarme en eso no como una frivolidad sino como un gusto. Me gustaba combinar colores, telas, y eso siempre se asocia con ser puto porque te gusta la linda ropa, una cosa completamente prejuiciosa. Era una de nuestras grandes luchas y hubo que vencer esas barreras. Pasó un tiempo hasta que pude salir a la calle con mis peinados sin que me dijeran "puto". Ni a mí ni a ninguno del grupo le importó eso porque si no hubiera sido insostenible. Lo tomábamos como algo movilizante.

-Yo preguntaba por qué no gustaba Virus y me decían: “Ma’ sí, son todos trolos...”.
Federico: A Sandro le pasó lo mismo, necesitó vestirse de galán para ser aceptado por las mujeres. Ahora la cosa cambió. Pero los eventos de heavy metal o las canchas de fútbol donde son todos tipos, son el exponente más notable de un movimiento homosexual como ningún otro. Hablan de las minas pero están con varones y se tocan entre ellos. Volvemos al tema de la forma. Todos creen que la forma los protege. Mentira. No es para angustiarse ni asustarse. Que hagan la suya. Las cosas son porque son.
Julio: Como me decía Danny Peyronel, cuando la gente analiza la imagen no se da cuenta que los verdaderos homosexuales son los jugadores de fútbol americano.

Absolutamente fascinado con el grupo, y sobre todo con la personalidad artística de Federico, Rodríguez Ares se convirtió en el productor de Virus después de compartir un asado de música y negocios en su quinta de Martínez con Federico y Mario.

Carlos Rodríguez Ares: Lo de Virus parece, o parecía en ese momento, una música pasatista, pero si vos tenés dos dedos de frente y leés las letras, vas a descubrir cosas riquísimas, mucho más ricas que en los artistas que supuestamente eran intelectuales, artistas que a mí me aburren soberanamente porque se ponen la etiqueta de intelectuales. Se puede ser intelectual y divertido al mismo tiempo y eso es lo que tenía Virus. Yo creí ciegamente en el grupo. No hubo un estudio de marketing. Vi a la banda y la cabeza se me partió.

Rodríguez Ares producía a Los Encargados, una banda tecno liderada por Daniel Melero -cuyo hit "Trátame suavemente" fue grabado por Soda Stereo en su primer disco- que nunca logró superar la resistencia del público, y a Los Helicópteros, que definían su trabajo como “música pep” y se vestían de saco y corbata, a la usanza de los grupos de principios de la década de los 60. Virus llevaba vendidas apenas 4.000 copias de su segundo álbum, Recrudece, y quería rescindir el contrato que lo unía al productor Daniel Grinbank y a su sello DG Discos. En enero de 1983, Rodríguez Ares se reunió con Grinbank y consiguió que este le liberara al grupo, a cambio de una suma de dinero. Virus firmó un acuerdo por un año y medio con Rodríguez Ares y comenzaron a trabajar. Pronto se hicieron amigos del productor y compartieron asados en su quinta, junto con otros rockeros como Pappo y Los Helicópteros. La agencia le otorgó a Virus un manager personal, Víctor Gómez, un músico retirado que conocía al grupo desde la época de Wadu Wadu. Gómez había sido el cantante y guitarrista de La Ley, una banda que pertenecía al staff de Horacio Martínez, y fue el encargado de supervisar que se cumplieran los compromisos que pactaba la agencia y de controlar que se dieran las condiciones adecuadas para que los músicos pudiesen trabajar.
El primer show con Rodríguez Ares Producciones lo hicieron en la discoteca Hollywood, de Avellaneda. No fue casualidad: se buscaba abrir el circuito de los locales bailables para la banda, de acuerdo con la idea que Ares tenía del rock'n'roll.

Carlos Rodríguez Ares: La misma palabra lo dice. Rock'n'roll viene de la cama, quiere decir "enrollarse y mecerse", que es hacer el amor, coger. Como el circuito tradicional no nos daba bola, había que inventar otro, y el más adecuado a Virus era el de las discotecas, porque ahí los chicos se distienden: salen del colegio o del laburo y van a moverse, tomarse un trago, chuponear, darse un toque... La idea anduvo muy bien. Funcionó de boca en boca, como pasa con las películas: la primera vez que fuimos a Zárate metimos 18 personas, pero esas 18 sirvieron para que la segunda vez fueran 400. Enseguida se fueron a la Costa, a pesar de que la temporada de verano ya estaba bastante avanzada. Hicieron una serie de shows en el teatro Diagonal de Mar del Plata, donde también actuaba Riff.

Víctor Gómez: Carlos era el dueño de la película y yo, el mánager. Él trabajaba con Virus, con Los Helicópteros y con Soda Stereo, que tenían como mánager a Marcelo Angiolini, hasta que Angiolini se quedó únicamente con Soda. En la agencia se les daba bola a todos los grupos, pero la prioridad la tenía Virus, porque era el preferido de Carlos.

Carlos Rodríguez Ares: Durante los tres años que laburamos juntos, yo comí, dormí y respiré Virus. Era una especie de obsesión. Por eso Soda no duró mucho conmigo, lo reconozco.