04/09/2021

Leé un capítulo de "La última noche de Patricio Rey: una entrevista con el Indio, Skay y Poli"

No hay foto, pero hay un recuerdo.

DyN / Archivo
Indio Solari

En un bar del barrio porteño de Palermo, a pasos de la vía del tren, tres periodistas de la revista La García entrevistaron a fines de octubre de 2001 al Indio Solari, Skay Beilinson y la Negra Poli, la "plana mayor" de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

La charla fue amena y duró más de tres horas; los entrevistadores -Martín Correa, Humphrey Inzillo y Pablo Marchetti- guardan en sus retinas la imagen de los tres yéndose abrazados por la calle Godoy Cruz. "Pero unos minutos después, ya en la casa de Poli y Skay, la noche de cristal se hizo añicos -explican-. Viejos reclamos y desacuerdos afloraron y desembocaron en la pelea que le pondría fin a la banda que protagonizó el fenómeno popular más importante del rock argentino".

La entrevista completa, junto a una crónica detallada de lo que sucedió aquella noche, llegan este mes a las librerías de todo el país. La última noche de Patricio Rey. Entrevista con el Indio, Skay y Poli, publicado por Gourmet Musical, busca trazar "la anatomía de ese instante clave": el momento exacto en que tres amigos, después de charlar de la vida entre risas y cervezas, terminan tomando caminos separados en lo artístico pero también en lo personal.

Por gentileza de la editorial y los autores, Silencio presenta "¡Esto es to-to-todo amigos!", uno de los capítulos que conforman el libro y una descripción acabada tanto del clima de aquella noche en el bar Onduras como de lo que sobrevendría después.

Patricio Rey

Que un sueño acabó,
ya te dijeron…
Pura suerte (1982)

La charla se disipa en una conversación futbolera. El Indio está deslumbrado por la Selección dirigida por Marcelo Bielsa, es elogioso por demás con el equipo y se lo nota ilusionado con el inminente Mundial de Corea y Japón que se disputaría seis meses después. Nadie imaginaba que Argentina iba a irse eliminada en la primera ronda. Pero, mucho menos, nadie podía imaginar que esa iba a ser la última vez en la que el Indio, Skay y Poli compartirían una charla en armonía.

Después de la entrevista, que duró tres horas y doce minutos de reloj (esa es la duración de los casetes, digitalizados), pero que incluyó parates para comer, la sobremesa se estiró varias horas. Buena parte de esa extensa charla, regada con cervezas y fernet, fue el relato de la Negra y Skay sobre una excursión nocturna al barrio de La Boca. Parecía la evocación de una bohemia de otros tiempos, que el Indio escuchaba embelesado y celebraba (acaso sea una lectura subjetiva) con cierta añoranza.

Unos pocos minutos después de las tres de la mañana, nos despedimos en la esquina del bar. El Indio llevaba una edición de La García English Method, un número especial que habíamos editado hacía unos meses, que satirizaba a los libros escolares de inglés, con usos, costumbres y léxico de los rockeros argentinos del nuevo milenio. Era una historieta “didáctica” para “aprender inglés del palo” (“english from stick”), protagonizada por Peter and Rule (Pedro y Rulo), donde aparecían bandas como Crazy Old Women (Viejas Locas) o The Pediculs (Los Piojos), que escribíamos nosotros tres junto a Javier Aguirre, con colaboraciones espontáneas de Mariano Lucano, Diego Lenger y quien anduviera por allí en ese momento en la redacción. Los dibujos eran de Mariana Pellegrini.

La García English Method aparecía todos los números como una sección de la revista. La repercusión entre los oyentes fue tal que nos lanzamos a editar un fascículo independiente. Nos fuimos un poquito al carajo con el entusiasmo, es verdad. Como tantas veces. Parece que el asunto no daba para tanto y, comercialmente, fue un fracaso. Pero a nosotros nos encantó cómo quedó. Y al día de hoy estamos muy orgullosos de haberlo hecho. Es más, con los años el orgullo fue creciendo. No sabemos si tanto como para amortizar las pérdidas económicas, pero casi. El combo en cuestión incluía una revista-libro hermosa y un CD-ROM (sí, leyeron bien: ¡un CD-ROM! No entendemos por qué no funcionó comercialmente) que dramatizaba las historietas del método, con animaciones, también hechas por Mariana.

Humphrey –siempre un iluso– le dijo al Indio que un colega suyo, el cantante Niko Villano, había participado de la grabación. Que si le gustaba la idea, sería un honor que él participara en un hipotético segundo volumen. El Indio no contestó. Y eso que chequeamos todos los días el casete del contestador automático de nuestros teléfonos. Nada, nunca llamó. Evidentemente, el Indio no la vio: si se hubiera animado a grabar un CD-ROM con nosotros, hoy sería un artista que convocaría multitudes.

El montaje final

La escena es así. “Miren eso”, dice Martín. Estamos en la esquina de Honduras y Godoy Cruz. Por la vereda de enfrente, en diagonal, por Godoy Cruz con rumbo a la avenida Córdoba, los vemos irse, como viejos amigos. El Indio al medio, abrazando a Poli y a Skay (o acaso sosteniéndose en ellos). La flasheamos. Acabábamos de pasar siete horas con los responsables del pilar de la banda sonora de nuestras vidas, y ahora los veíamos así, en esa escena cinematográfica, soñada, perfecta.

Eran tiempos en que los celulares eran solamente teléfonos. Por eso, la foto es mental. De haber tenido una cámara habría sido una toma perfecta. Pero caer en ese tipo de ucronías es una trampa. Es hermoso como juego, como fantasía. Pero nos resulta imposible pensar que, si hubiera existido la posibilidad de la masividad de las fotos, las cosas hubieran ocurrido de ese mismo modo.

La producción de Poli fue perfecta. Cuando nos dijo que la entrevista iba a ser en un lugar público y… ¡en Palermo! (otro Palermo, pero Palermo) pensamos que aquello sería un delirio, que se llenaría de fans. Pero no, nada que ver. De haber existido el riesgo de las fotos, las cosas se hubieran hecho de otro modo, eso es seguro. Ese detalle jamás se le hubiera pasado por alto a la mariscala Poli. De modo que es una trampa pensar en que podría haber foto.

No hay foto. Hay un recuerdo. Un recuerdo de algo que vimos y que los tres recordamos de la misma manera. Ese recuerdo, afiebrado o alegre, permanece intacto. Nos emocionó en ese momento, nos conmueve ahora, nos acompañará para siempre. Sepan disculpar, es todo lo que tenemos para mostrarles. Un recuerdo. O el relato de un recuerdo.

Unos días más tarde, el viernes siguiente apenas pasado el mediodía, sonó el celular de Humphrey. Estaba en su casa, a punto de salir para la redacción. Era Poli. El plan era encontrarnos para que nos pasara el plano de acceso al estadio de Unión de Santa Fe, la sede de la próxima misa. Pero el llamado era para anunciar la suspensión del show: “Patricio Rey cree que no es el momento, que no hay ánimo para fiestas”.

El país estaba a punto de explotar. El Indio había vuelto sobre ese tema una y otra vez a lo largo de la charla, haciendo énfasis en que era peor, incluso, de lo que se podía vislumbrar. Y a pesar de los rumores, de los anuncios (“vean a este concierto como una de las últimas veces que tocamos”, había gritado en River), Poli desmintió que el show se suspendía por la situación social. Tenía lógica. Los conciertos de los Redondos se habían vuelto un fusible, un espacio de catarsis social para los pibes excluidos del sistema por las políticas neoliberales de la década anterior. Y cuando estalló el país el 19 de diciembre de ese año, pareció confirmarse lo acertado de la decisión.

Un año después, Skay, al frente de su banda, lanzaba su primer disco como solista, llamado A través del Mar de los Sargazos, y anunciaba el año sabático de los Redondos (que podían “ser dos, o tres”) y volvía a la dimensión teatral con tres conciertos en El Roxy de Mar del Plata. “Con el Indio pensamos diferente en muchos aspectos y tenemos actitudes diferentes ante la vida. Pero lo único real es lo que sentimos: vamos a parar por un tiempo y ver qué pasa. No terminamos peleados, no nos agarramos a trompadas, no nos odiamos. Hay un enorme cariño entre nosotros. Solo que estamos necesitando un poco de aire. Y el aire es tiempo. Así de sencillo. Conflictos hubo a lo largo de toda la relación, pero nunca nos distanciaron. Al contrario, hemos convenido siempre en limar determinadas cosas para seguir con un plan que nos parecía atractivo a los tres. Llegó un momento en el que sentimos que… ¿volver a hacer qué? ¿Otro disco? ¿Repetir las mismas máquinas? Yo quería grabar de una manera; el Indio, de otra… Pero son anécdotas menores”, le decía Skay a Humphrey en una extensa entrevista para la revista Rolling Stone. Y aseguraba: “Con el Indio nos debemos, al menos, un par de canciones. Lo que no sé es cuándo ni cómo ni dónde”.

Dos años después, a finales de 2004, el Indio Solari iniciaba su carrera como solista con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado como backing band, con El tesoro de los inocentes (Bingo fuel). En el Anuario de Rolling Stone, les explicó a Pablo Plotkin y Claudio Kleiman cómo proyectaba su regreso a los escenarios. “Lo primero que hice fue mirar qué le pasó a mi coequiper [Skay]. Y mi coequiper tuvo una especie de descenso de convocatoria. Entiendo que mi nicho puede ser un poco más grande. Porque, bueno, hay una proyección sobre mi personaje diferente de la del resto de los chicos. Supuse que un Obras, o un Luna Park… Algo para probar. Pero cuando los productores empiezan a tentarme, hablan de dimensiones que no quiero mencionar”, declaró.

Se explayó bastante sobre un eventual regreso del grupo. “Tampoco me atrevo a decir que los Redondos sea un proyecto que no vaya a volver. Lo desgraciado de todo esto es que estamos muy grandes. Alguien nos decía que, si no nos separábamos ahora, no íbamos a tener tiempo de reunirnos. Pero ojalá hubiera sido una joda de ese tipo. Todo pasó así: en un momento estábamos hablando de cómo íbamos a tocar en Santa Fe, y una hora después yo me estaba subiendo a mi coche sabiendo que no pasaba más nada. (...) Por miserias personales uno no puede alegremente arruinar un proyecto tan querido y que significa emotivamente tanto para tanta gente. Lo que sí es verdad es que los que nos forjamos en la cultura tempranamente, tenemos una conducta como de guerreros, un código que no se vulnera. Y eso provoca, a veces, cosas jodidas de asimilar. Pero también hemos sido tres personas sujetas a mucha presión durante mucho tiempo. Y no quiero hacer futurismo, pero creo que las cosas pueden solucionarse. Tampoco sé de qué manera, ni cómo, ni cuándo, ni siquiera si es probable”.

Los motivos reales y profundos de la separación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, o más específicamente, de la disolución artística de la empresa que condujeron por un cuarto de siglo el Indio, Skay y Poli, comenzaron a hacerse públicos el viernes 14 de agosto de 2009, después de años de misterio y discreción.

A las comprensibles respuestas evasivas sobre el punto en sus entrevistas como solistas de Skay e Indio les sucedió, de manera repentina, un cruce de mayor precisión y voltaje. Todo comenzó con una declaración de Skay Beilinson a Sebastián Ramos en una entrevista publicada en el diario La Nación: “Todo se terminó cuando nos dimos cuenta de que uno de nosotros se quería apropiar de ese proyecto tan hermoso que fue Patricio Rey, que había nacido como la comunión y el aporte de muchos artistas y no de los deseos de uno solo”.
Esa misma mañana, y en un acto impulsivo apenas leída la frase, Solari, a través de un mail enviado por su entonces guitarrista y mánager Julio Sáez a Rolling Stone, al sitio Redonditosdeabajo.com.ar y al diario La Nación, decidió ofrecer un texto en el que detallaba por primera vez en forma pública su versión de la separación.

Hasta el día de hoy y tratando de proteger la memoria de una de las bandas más queridas por sus seguidores, he callado los verdaderos motivos de la separación artística de los Redondos.
Acabo de leer las declaraciones de Skay al medio La Nación donde sugiere que dicha separación fue motivada por la intención de “alguien” de apropiarse de la gloria del grupo (nadie puede pensar que fueran Semilla, Walter o Sergio). Además si, como dice, tanto le aportaba el grupo, ¿qué fue lo que impidió que siguiera con ellos?
Todavía ahora tengo para mí que no se puede arrebatar un éxito genuino. Basta dejar correr un poco el tiempo para que todo quede en claro. Lamento que la alta espiritualidad de Skay, producto de su viaje a Fez, no haya despertado antes de los sucesos que me dispongo a detallar y que son, desgraciadamente, bastante más materiales que las “diferencias artísticas” que en entrevistas anteriores supo esgrimir como los motivos del fin del vínculo.
Los soportes de grabación (audio y video) de todos los shows de los Redondos (Huracán, Racing, River, etc.) quedaron en depósito en casa de Skay porque Poli era la encargada de contratar los servicios que los proporcionaban. Esto nunca me incomodó porque confiaba en una amistad de muchos años.
Un par de años antes del final se me ocurrió pensar que algún motivo (¿un accidente?) podría hacer que me viera obligado a reclamar ante parientes y desconocidos lo que por derecho formaba parte de mis intereses.
A partir de ese momento, esporádicamente y con más pudor del necesario, pedí se hicieran copias para tenerlas a mi guarda y que a su vez sirvieran de protección.
Siempre coincidieron (de palabra) en que era lo aconsejable. Pero extrañamente, el tiempo pasó y siempre esgrimían una excusa.
La noche definitiva (un rato antes estábamos en un bar hablando con un cronista sobre un próximo show) me puse firme en mi requerimiento y esa actitud desembocó (ante la negativa) en el rompimiento de la sociedad artística.
Hasta el día de hoy Poli y Skay están sentados sobre ese material, cuya custodia artística he reclamado en silencio público hasta hoy. Sigo con mis dudas al correr este velo, pero las declaraciones vertidas por Skay me han obligado.

La noche definitiva a la que Solari se refiere, como podrán imaginar, es la del martes 30 de octubre de 2001 (si quieren más precisiones, ya entrada la madrugada del miércoles 31). Esa entrevista, esa charla que acaban de leer en este libro, es la última entrevista que dieron juntos. Los vimos irse, abrazados, por la calle Godoy Cruz rumbo a la residencia de Castro y Beilinson en la calle Gorriti. Parecían, y eran, viejos amigos…

Los registros en video a los que se refería el Indio, según le indicó Poli en ese momento a Humphrey –en ese entonces, editor de Rolling Stone–, estaban bajo custodia, en la caja de seguridad de un banco, bajo pedido de Solari, según acordaron con el contador y el abogado de la sociedad anónima que compartían. Se trata de videos de los shows más importantes en convocatoria que dio el grupo (Huracán de 1994, Racing de 1998, River de 2000 y Chateau Carreras de 2001) y fueron registrados por empresas profesionales, bajo las órdenes de Rocambole, que oficiaba de “switcher master” en los shows. Poli aseguraba, en ese momento, que el de los DVD era un tema pendiente. “Es cuestión de tiempo, de limar asperezas. Tenemos que estar de acuerdo en qué vamos a hacer con eso, tiene que ser una decisión de todos. Porque eso pertenece a todos.”